

Sobre eso que venimos a denominar Fotografía
(Reflexiones del Editor, en ausencia del Autor)
Roberto Arnau
Tuvo la impagable oportunidad de conocer a Henri Cartier-Bresson en 1983, lo cual resultó una vez más, una experiencia que marcaría su hacer.
Del conocimiento recibido a lo largo de unas escasas horas, Roberto Arnau, decidió comprar una cámara y adentrarse en el mundo del “instante”, como así se definía a la fotografía realizada por Cartier-Bresson.
Fueron necesarios casi 30 años para que Roberto comprendiera que no existe “el instante”, si no que existen tantos instantes como miradas.
Una vez fallecido el Gurú, compró una cámara digital (nada que ver con la Leica de Cartier) pero sí adaptada a esa nueva era digital: Lumix LX3, con óptica Leica y tecnología Panasonic. Por principio de respeto, decidió utilizar la cámara cómo si de una “analógica” se tratara, es decir, que el hecho de que la cámara digital permitiera tomar 5.000 instantáneas en su tarjeta de memoria, para después borrar las no deseadas, como si esos instantes no hubieran existido, no se correspondía en nada a su manera de obrar.
Optó por sujetarse a las mismas reglas del «analógico»: economía de medios (tener mucho no necesariamente significa tener más).
Para Roberto, la cultura de “usar y tirar”, sin desmerecerla, no formaba parte de su ámbito, de su forma de ser. Andaba convencido que la utilización adecuada de los recursos que el siglo XX y XXI ofrecen, resultaba la forma más constructiva para expresar aquello que se percibe. En cualquier caso, para avanzar respecto al “Homo erectus”.
Resulta inquietante seguir sus creaciones, ya sean fotográficas, literarias o pictóricas, puesto que siempre desconciertan.
Es un enigma por qué Roberto Arnau decidió desaparecer, cuando las ventas de sus publicaciones generaban ingresos sustanciales, si bien en ningún momento han sido reclamados por el autor.